Hoy estuve leyendo un discurso de nuestro escritor, Mempo Giardinelli,ya conocido en todo el planeta, porque sus libros han sido traducidos y publicados en varios e importantes países.
.Lo admiro por su claridad para expresar temas tan actuales y necesarios. Me tomé el atrevimiento de acortar el texto, pero no he cambiado ni una coma.
Lo dejo en mi blog. Ojalá les agrade.
Susienflores
"Hoy el libro electrónico es el saber y la memoria virtual, flotante, y obliga a leer en una pantalla. No sé si ésta es una revolución mayor que la de Gutenberg La paradoja del mundo actual es tan grande que la decadencia y el desencanto coexisten con una revolución tecnológica tan extraordinaria que deja a Julio Verne así de chiquitito. Y es que ahora mismo nos enfrentamos a un fabuloso desafío, una revolución que para algunos es mayor que la de Gutenberg: me refiero al libro inmaterial, libropantalla, videolibro o libro electrónico. El texto electrónico produce cambios técnicos, pero también modifica la manera y la costumbre de leer. Es la lectura misma la que resulta afectada, y ahí radica, en mi opinión, la verdadera crisis del libro a esta altura del fin del siglo y de milenio. Creo que es vano todo rechazo y que es mejor comprender el fenómeno, para ver de qué modo puede ser útil a lo que verdaderamente nos importa: el crecimiento intelectual de la gente, el desarrollo de las armas que nos permitan combatir el embrutecimiento.
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El libro electrónico cambia incluso la organización del texto, su estructura, el acceso y hasta la redacción, que puede pasar a ser colectiva, modificada arbitrariamente, o bien adecuada a y por cada lector. Esto es impactante, porque la representación de los textos, en tanto iconos, letras flotantes en la pantalla, y con la fascinante pero a la vez pavorosa posibilidad de modificación a piacere, convierte al texto en una inmaterialidad. La materia que llamamos libro deja de existir y lo que existe es un brillo que titila y que podemos leer aunque no tenga fijación ni corporeidad. Lo voy a poner en un ejemplo: dentro de 30 años el hijo de mi hija quiere leer Don Quijote de la Mancha, y recurre a la computadora que le pone el texto en pantalla. Pero sucede que a alguien (sus padres, un censor, un chistoso de la red mundial, cualquiera) le pareció que no era conveniente que ese chico leyera este o aquel capítulo (entonces lo suprimió) y en cambio quiso subrayar este o aquel episodio, los que pudo reescribir o modificar a su antojo...
Es claro que no se augura aquí la muerte del libro, y quien sostenga que el amor a los libros tal y como los conocemos y nos gusta leer no tiene por qué morir, tiene razón. Es claro que preferiremos seguir leyendo con el volumen en nuestras manos porque eso nos da la posibilidad de la anotación, la acotación al margen, el subrayado y el recorte, la cita y el comentario, el doblez y el salto de páginas, en fin, el placer íntimo de volver a una página cada vez que lo deseamos.
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Desde luego, al igual que en los ejemplos anteriores, el límite es solamente ético, lo cual, convengamos, en estos tiempos es peligrosísimo. Como es evidente, en breve todo esto reformulará un montón de conceptos: el copyright, los derechos de autor, los de traducción, estarán cuestionados. Y dado el ejemplo anterior es obvio que la noción de originalidad también habrá cambiado. Y la cuestión jurídica (el depósito legal, por caso) y las formas de catalogación y clasificación bibliotecológicas, etcétera...Vaya revolución...
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Pero hay que insistir que el límite es solamente ético, y entraña el riesgo de que en un par de generaciones "y con que metan mano algunos centenares de lectores electrónicos", podríamos asistir al cambalache libresco más fenomenal: el Martín Fierro y el Fausto, el Quijote y Crimen y castigo pueden acabar siendo una misma masa textual difusa.
Quizás aquí radica la garantía de sobrevivencia de los libros tal como los conocemos y los amamos. Seguirán siendo fuente, verdad escrita y asentada, censo del pasado y de la historia, constancia del saber original, testimonio del talento. Por eso las bibliotecas han de seguir su labor de atesoramiento; por eso los acervos bibliográficos seguirán siendo importantes. Y cada vez más importantes porque allí se guardará el orden de los textos que ha leído y leerá la humanidad.
Escribimos para no morirnos, decía Juan Rulfo, escribimos para existir, para seguir respirando. ¿Qué les diremos a nuestros chicos, a los que empiezan, a nuestros alumnos? ¿Qué literatura les propondremos si pareciera que hoy ya no se enseña a pensar?
. Y en esta Argentina enferma de humillaciones, impunidad y desaliento generalizados; en este país inficionado de hipocresía, miedo, eufemismo y desconcierto, la literatura no se detiene. No muere. No morirá. Porque la ilusión siempre está de nuestro lado y porque escribir no es "no debe ser" solamente hacer literatura. Ha de ser también, para nosotros, intelectuales, gente de letras, cultura y pensamiento, trabajadores del libro y la lectura, una indeclinable batalla por la restauración de la ética y los valores que conlleva: honradez, trabajo, solidaridad, rectitud. Porque no tenemos alternativa: la ética es, hoy en día, realmente lo único que nos queda. Y lo único que dignificará nuestra literatura".
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